domingo, 13 de junio de 2010

El lobo ha muerto.

Hace frío y el trozo de papel amarillento me tiembla entre las manos. Me cuesta enfocar la vista en las letras, aunque ya he leído todo lo que merecía la pena leer. Siento un cosquilleo extraño en el estómago, y la garganta me arde.
Ha pasado un año.
Un año. Un año de desdicha. Un año de duda. Un año de cambios.
Os estaréis preguntando quién soy. No podría responderos, puesto que ni yo misma lo sé a ciencia cierta después de lo que hizo. La gente solía llamarme Caperucita, sí, Caperucita Roja. Recuerdo que me gustaba comer pasteles y visitar a mis amigas. Solía reírme muy a menudo y vivía sin preocupaciones. La frivolidad era mi religión.
Ahora ya no siento nada.